viernes, 26 de septiembre de 2008

Vicky Cristina (María Elena, Judy, una prima del Maresme...) Barcelona, de Woody Allen


Woody durante el rodaje de la película en Barcelona. Fotografía de Mariano Cruz.

Allen ha sido agradecido y ha salido del apuro insertando un par de escenas rodadas en Oviedo, por aquello del premio Príncipe de Asturias de hace 6 años, en este publirreportaje de la ciudad condal, en la que al parecer se imparte un máster de "identidad catalana". Y he aquí el problema de esta aparatosa, por no decir tramposa, historia típica sobre los tópicos hispanos; la estructura. Allen empotra una historia paralela terciaria para hacer que la historia secundaria tenga una incidencia en la historia principal. Los últimos 30 minutos de metraje son un disparate propio de Almodóvar, haciendo que los personajes de repente se vuelvan locos y estúpidos al capricho de un guión improbable y escandaloso que busca terminar cuanto antes. Aparte de tres o cuatro réplicas ingeniosas al más puro estilo Allen, un par de inteligentes (o astutos) juegos de manos de montaje y dos escenas que Penélope Cruz levanta a pulso ella solita (la película empieza y acaba cuando aparece ella, en realidad), esta dorada postal (por la fotografía amarillenta y calurosa, muy en plan "Barcelona debe ser como Méjico") a mayor gloria (o perjuicio) de Barcelona cae en barrena hacia el limbo de las historias insípidas y vacuas. La Johanson (esa sosa, según nuestro amado Coque), por cierto, no parece saber hacer otra cosa que no sea "perderse en la traducción", y esta vez, literalmente.

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