jueves, 4 de septiembre de 2008

Wall-e, de Andrew Stanton


Alarde visual, portento imaginativo, ingenio, gracia... Wall-e es una estupenda película que sin embargo pierde altura en la segunda mitad, curiosamente, cuando la historia empieza a contarse de forma oral. Acaso la introducción de personajes que contradicen la convención estética interna (si al principio aparece un actor real, me resulta incoherente que en la segunda parte sean dibujos) remata un delicioso cuento con moraleja que podía haber llegado a más altas cotas.
No obstante, el diseño de cada elemento escénico de Wall-e es un deleite audio-visual, un asombro. Los personajes están perfilados con maestría canónica, y se podría hablar además de un guión perfecto si no fuera por esa parte final en la que se recurre al consabido "rescate en el último momento" en una de sus múltiples variantes. El protagonista de Wall-e, una mezcla entre E.T. (difícilmente Wall-e supondrá en estos tiempos lo que supuso el bichejo de Spielberg para aquella generación) y los abnegados robots de Naves misteriosas (con la que comparte la moraleja ecologista, entre otras muchas cosas), es un adorable muñequito de inocencia y luminosidad infinitas cuyos trazos son marca de la casa en cuanto a la construcción de personajes, para ejemplo un botón: Eva, Auto o M-O.


Entre los muchos detalles y guiños habituales en estas películas (hace gracia, por ejemplo, tontunas como que la carga completa de energía de Wall-e se anuncie con el mismo sonido con el que se inician los ordenadores Mac), los espectadores españoles que no vivamos en un ciudad medianamente civilizada nos perderemos el de la voz de la Weaver, que, después de llevar "mucho tiempo en el espacio" (véase Alien 3), sucumbe a los efectos de los rayos cósmicos y muta en ordenador de a bordo de la nave Axiom (nombre que los guionistas han usado como diciendo...). Pero qué más da, la voz de la mercenaria que tira por tierra el trabajo de Sigourney incluso merece un lugar en los títulos de crédito... puaj.
Uno no puede dejar de pensar en el cine español cuando se encuentra ante ejemplos de tan estimulante y poderosa creación como Wall-e. No haré leña del árbol caído (arbusto feúcho y yermo, más bien), pobrecito mío, pero como detalle último añadiré el divertido ejemplo a seguir, en cuanto a capacidad creativa, que son los créditos finales o el cortometraje que precede a la película, Presto.

2 comentarios:

  1. Me fascinó Wall-e (también hice un post, aunque a menos escala, claro). Es cierto que pierde un poco de intensidad al final, pero es que si no hablaríamos de obra maestra! De todas formas, a mí me molan los robots locos bastante. Genial el bichejo.

    Saludos

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  2. Excelente crítica, caballero; ha conseguido usted subir las visitas. Vamos a ir poniendo las cositas del programa, ¿no?

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