sábado, 23 de mayo de 2009

Ángeles y demonios, de Ron Howard


El malo es Ewan McGregor. Inopinadamente, la película se hace interesante hasta que los guionistas deciden frenar en seco con la escena en la que Tom Hanks se limpia la sangre del cardenal asesinado en la Plaza de San Pedro. Hasta ese momento, las referencias histórico-artísticas a Bernini, Miguel Ángel, etc, sostenían sin esfuerzo el tontorrón juego de la oca (mi dueña dixit) que es la investigación contrarreloj de Ángeles y demonios. A partir de ahí asistimos a un tedioso thriller en el que la dificultad de las pesquisas es del tipo "siga la flecha" y las estupideces políticamente correctas campan a sus anchas y que necesita dos epílogos para culminar la historia (señor Koepp, quién le ha visto y quién le ve). Mención aparte merece esa otra estulticia que es el doblaje. Por mor de la "exactitud" hacia la diversidad nacional del Vaticano (guardas suizos, policía italiana, cardenales de todas partes) al director de doblaje no se le ocurre otra cosa que contratar a impostores "nativos" que den el acento correcto de cada país para cada personaje (Skarsgård hablando como un guiri austriaco, la doctora "buenorra" como una pizpireta ciudadana transalpina), excepto a Tom Hanks, quien habla como los de Valladolid. Para colmo, los planos dedicados a los corresponsales de la televisión ¡están subtitulados, el inglés incluso!, eso sí que es una paradoja y no la de los viajes en el tiempo.

2 comentarios:

  1. Si Tom habla como los de Valladolid, qué habla como yo?

    jajajaj

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  2. Es que tu eres del Valladolid del Guadalquivir, ome, y ahora del Valladolid del Támesis...

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