sábado, 27 de junio de 2009

Uno tiene que reírse, porque si se lo tomara en serio...
¿para cuándo incluir sus nombres, como se hace en otros países, en los títulos de crédito finales? Se ignora así una contribución decisiva que, como sucedía con las salas cuando podían diferenciarse unas de otras, localiza la experiencia del cine en un lugar y la vincula a unas voces...
Si el señor que escribe esto fuese un crítico de cine de verdad y tuviera inquietud (y respeto) artística o cinematográfica sería de esos espectadores curiosos que se quedan a ver los créditos finales, y entonces, vería que, a menudo, aparece un cartelito con los nombres de los impostores. Menciona la "contribución decisiva" del doblaje, como si eso fuera un mérito y no una forma más de censura, corrupción, adulteración de un proceso creativo y aniquilación de los derechos de autor de los actores sobre su voz, su herramienta de trabajo. Y, puesto a ser sentimentales, habla de la vinculación emocional de la voz de un impostor con la del actor al que expolia; ¡qué mayor vinculación que la oír la auténtica voz del intérprete! La verdadera justicia para un actor de doblaje es la que se merece alguien que roba, engaña o falsifica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario