lunes, 31 de agosto de 2009

Desgracia, de Steve Jacobs


La adaptación de una novela, en este caso de Coetzee, es un proceso de decantación, depuración y traducción (al lenguaje audiovisual, un idioma en vías de extinción, me temo). Vaya este improvisado esquema como obsequio de mi (indignada y ya resignada) parte para los casi principiantes director y guionista de la película, quienes se han esforzado en hacer todo lo contrario, ofreciendo como resultado una pesada historia en la que un lacio Malkovich no supone estímulo suficiente.

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