miércoles, 2 de septiembre de 2009

El año que mis padres se fueron de vacaciones, de Cao Hamburger


Definitivamente he perdido la fe. Uno se sienta desanimado en la sala, esperando, en el fondo, un rayo de luz... pero no; obsesión televisiva por el primer plano (¿cuántos rodó Ford?, si son más de cinco me hago una lobotomía), historias convencionales y manoseadas, apatía creativa, recursos fecales (ese flashback solitario cual "regalo canino" en la acera), incompetencia en la puesta en escena, mediocridad, tedio tedio tedio... Estoy harto y aburrido, exhausto, desesperado. No sé si más harto o más desesperado. El cine ha muerto, al fin. Sólo nos queda coleccionar lo que de bueno tuvo esta artesanía (denominar arte al cine es degradar y humillar al Arte -música, pintura, arquitectura y poesía-) como en un álbum de los que, hace mucho tiempo, fueron campeones del mundo (y hoy anuncian fármacos contra la impotencia... ay).

1 comentario:

  1. Aunque el cine es para mí el arte que los conjuga todos, música, pintura, arquitectura y poesía... no obstante, amigo, no desesperes, no desesperes... todavía se puede hacer mucho peor, jajajaj

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