Gordos, de Daniel Sánchez Arévalo

Con la segunda película de Danielsanchezarévalo se cumple la "ley Pumares". El director de Polvo de estrellas, en la vieja y buena Antena 3 Radio, decía que es normal que una ópera prima resulte una buena película porque su autor se enfrenta a ella después de haber pensado con detenimiento cada detalle (estructura, planificación, construcción de personajes, diálogos, puesta en escena...) mientras llega la oportunidad de realizarla. Así, el éxito y/o el prestigio que inopinadamente recauda sirve para emprender un segundo proyecto que, normalmente, no sale tan redondo por todo lo contrario que el primero. Bastaría esta explicación para definir exactamente lo que es Gordos, pero, ay, me niego a desperdiciar una presa tan fácil. Para justificar, amortizar y aprovechar el, al parecer, (relativo) golpe de suerte creativo de Azuloscurocasinegro, Danielsanchezarévalo ha vuelto la mirada al terreno en el que se siente seguro, pues nos ha endosado un cortometraje de casi dos horas, o, más bien, casi dos horas de cortometrajes, que, esta vez, no le han salido bien; a la estructura arbitraria, la multiplicación ad infinitum de los puntos de vista (¿pero no es Antonio de la Torre quien cuenta la historia?... bah, pelillos a la mar) y de las propias tramas (que uno percibe como interminables, de ahí el tedio), la inverosimilitud de muchas acciones y escenas (¿en serio el canal televisivo Cuatro -actualización de declaración de principios ideológicos, antes era El país el que aparecía en todas las películas- se ocupa de un vídeo porno de internet?), la dificultad de entender a muchos de los actores, unos porque son malos y los pocos que son competentes porque están mal dirigidos, y la presencia perenne, contraproducente y molesta de la música, se une el vaivén extremista del tono, que dibuja una hórrida mezcla que bascula sin orden ni acierto entre las escenas dramáticas (casi hilarantes), la comedia "torrentera" y el culebrón deluxe.