martes, 6 de octubre de 2009

Malditos bastardos, de Quentin Tarantino


Esta es la cara (en la imagen, Daniel Brühl) que se le queda a uno al término de la película... si es que aguanta hasta el final. Ya lo anuncian los créditos iniciales con su variedad de tipografías y colores: Malditos bastardos es un revoltijo. Tarantino, que no duda en mezclar a Sergio Leone con Gremlins, ha construido un mamotreto tedioso con aires de spaguetti western, que, básicamente, trata de gente sentada hablando: la primera escena, por ejemplo, dura más de 20 minutos y se construye alrededor del largo, aburrido e insignificante diálogo entre un oficial alemán y un granjero francés cuyo conocimiento del inglés es asombroso: a petición del oficial alemán, uno de esos numerosos momentos inverosímiles cercanos al ridículo y a la vergüenza -cinematográfica- ajena, los dos charlan en la lengua de Shakespeare para mayor comodidad del público estadounidense afecto al cine de don Quintín. Tarantino comete, además de esta y otras faltas menores (como la de que los personajes se nombren a sí mismos), propias de principiantes, autores sin talento o primeras o poco trabajadas versiones de un guión, otros defectos mayores como un montaje incapaz de eliminar escenas inútiles -de las que abundan por doquier-, la dispersión y multiplicación del punto de vista, despectivo con los llamados "bastardos", falsos protagonistas, la ausencia de coherencia interna del relato, la incongruencia -la fullería, diría alguno- del guión (¿un oficial de las SS no reconoce a un famoso asesino de oficiales alemán?) o la ausencia de credibilidad, aun a pesar del tono caricaturesco de la historia, de los personajes, encabezados por un Hitler ridículo, un coronel Landa cuyo acto de traición final se me antoja un capricho más en la estructura del guión y un Aldo Raine que habría merecido más páginas (sobre todo visto en versión original) en un guión obeso y obseso que hunde y asfixia lo que pudo haber sido una agradable -y breve- comedia ucrónica* de acción.
_
* Al final, Hitler muere acribillado, escena que por su impacto, como suele ocurrir, hace que casi nos olvidemos del suplicio de las dos horas anteriores y Malditos bastardos parezca incluso buena... pero no, señor Marrón, ni por esas.

2 comentarios:

  1. Lo ves, a esto es a lo que me refería.

    ResponderEliminar
  2. Si pienso que te referías a lo que te referías me alegro de que mis referencias se refieran acertadamente a tus referencias...

    ResponderEliminar