lunes, 2 de noviembre de 2009

Ágora, de Alejandro Amenábar


Ágora resulta ser una especie de mamotreto, tedioso y resuelto a veces con verdadera grosería cinematográfica, en el que el escrúpulo por la verosimilitud histórica y científica en cuestiones menores como el atrezzo, el escenario o los debates astronómicos de Hipatia se vuelve sesgo y, según algunos, mala intención, al retratar a los primeros cristianos y, en especial, a los monjes parabolanos, como una suerte de germen de los SA del partido nazi, para los que Amenábar, astuto y fullero en cuestiones narrativas, reserva paralelismos visuales fácilmente reconocibles como el crismón cual borrosa esvástica y las hogueras de libros -pergaminos en estre caso-, o el plano cenital en el que las formas oscuras de los rabiosos monjes corretean como devastadoras hormigas por los polvorientos decorados de Malta, monjes que, por otra parte, recuerdan en su virulencia y fanatismo a los zombies de El último hombre vivo. Que tengamos que hablar más del subtexto político de la película que de sus valores cinematográficos revela cuán miserables son estos.

1 comentario:

  1. no si ahora los parabolanos estos eran unos corderitos.

    Javi... sal del seminario

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