martes, 10 de noviembre de 2009

Sevilla Festival de Cine Europeo


Alcanzada la mediatriz de este festival decadente nos encontramos con la primera película interesante. Adás (Transmisión), de producción húngara, intenta un estimulante ejercicio de disidencia respecto a la tibia y mediocre selección del festival. Todas las pantallas del mundo se han apagado, lo que genera el consecuente desasosiego en la humanidad. Vranik, el director, opta por el camino difícil, es decir, el contrario al que adoptaría un cadena de montaje cinematográfico en Estados Unidos con este argumento, y centra la narración en tres hermanos sin piruetas fotográficas ni pantallas verdes. Destaca la poderosa banda sonora en una película que, acaso, decaiga en su tercio final, pero que es sin duda lo más interesante (por desgracia no podemos decir lo mejor) que hemos visto hasta ahora.


Todo lo contrario ocurre con la cursi y ridícula adaptación de una novela de Jostein Gaarder, Appelsinpiken (La joven de las naranjas). El público se partirá de risa cuando sea víctima alevosa de un hiperbólico publirreportaje turístico sobre Sevilla en una deplorable mas, gracias a Dios, breve secuencia en la que un estudiante noruego, para ir desde los alrededores de la catedral sevillana a la Facultad de Bellas Artes, recorre los hitos arquitectónicos que tan atractiva, al parecer, hacen a esta capital a los cándidos ojos europeos; el puente de Triana, la Plaza de España, los Jardines de Murillo, en fin, rincones sevillanos que, como todo nativo sabe, conducen inexorablemente a la ubicación de dicha facultad, y todo por obra y gracia de la Comisión de Cine de Sevilla.
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Otra de las características odiosas que se detectan en este festival es su descarado criterio selectivo. Con pasmo estamos asisitiendo, día tras día, a lo que parece un revoltijo de las películas más taquilleras de cada país, recolectadas aquí en el cómodo plazo de ocho días de fiesta. Käsky (Lágrimas de abril) nos introduce en la guerra civil finlandesa bajo las maneras narrativas y estéticas del cine estadounidense, y por tanto, con la misma superficialidad cinematográfica. Cabe destacar no obstante el trabajo de Pihla Viitala, que acudió a la sala de proyección a presentar la película.


Nada más iniciarse la secuencia de créditos me di cuenta de que ese no era el momento ni el lugar para ver Lascars (Round da way), y tampoco me parece una película propia del festival. Exagerada y excesiva, esta tontería francesa gustará mucho a los negros, los drogatas, los traficantes de droga, los porreros, los moros, los raperos, los franceses de los alrededores de París y toda clase de bicho peludo de dos o cuatro patas, dicho sea sin ánimo de ofender... a las ratas.

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