viernes, 30 de abril de 2010

los estrenos de la semana

En el límite del amor
Fish tank
Increíble, pero falso
Ingrid
Iron man 2
Perdona si te llamo amor
Welcome

Poco interés he puesto en la búsqueda de cosas curiosas esta semana (total, para el caso que se me hace), así que, ahí va una simpática imagen de Penélope y Gwyneth.

miércoles, 28 de abril de 2010

Ciudad de vida y muerte, de Lu Chuan


Por una vez, los nazis son los buenos -o al menos inocentes-, y no sólo eso, sino que, además, el "programa de atrocidades" de los japoneses aplicado en Nanking rebaja los actos de las SS a meras travesuras, además de tropezarnos con la tesis del director de que, por lo que cuenta, los japoneses invadieron China para desahogar un ardor viril incontenible. Con esta anécdota ya diríamos bastante de esta tediosa, dispersa, pedante e hilarante memez china en la que el clembuterol sentimentalista fluye en riadas desbordantes, paralizando las acciones para conseguir "momentos emotivos" o fotografías impresionistas -ambos de un convencionalismo que apesta- o para recrearse hasta la náusea cinematográfica en primerísimos planos que detienen las agujas del reloj y hasta las hacen retroceder, por no mencionar la inexistencia de personajes contra la abundancia de clichés, la debilidad del guión o la vulgaridad de unos diálogos cuyo doblaje ridiculiza a los actores -chinos, japoneses y occidentales- y los denigra haciéndoles parecer sordos, estúpidos o gilipollas.

domingo, 25 de abril de 2010

El libro de Eli, de The Hughes brothers


Adscrita a un género que podríamos llamar "western teológico o moral" (al que pertenece, por ejemplo, Pozos de ambición) pero rebozada en el aceite del cataclismo terrestre aderezado con todas las referencias estéticas consabidas, basa su interés en el desafío narrativo que supone mantener hasta el final el secreto de la ceguera del protagonista, exhibición de pulso y precisión cinematográficas en la planificación y la puesta en escena que requiere una enorme habilidad y que, me temo, no está bien resuelta ni por los directores ni por el guionista. El "sermón" final, en el que la Biblia ocupa el mismo lugar que el Corán o el Talmud, los bandazos del punto vista (nunca mejor dicho) y la siempre aparatosa interpretación de Oldman, cuyo personaje se presenta con el grueso trazo de la lectura de una biografía de Mussolini, además de la presencia deslumbrante de Mila Kunis, conforman no obstante una curiosa historia.

martes, 20 de abril de 2010

Cómo entrenar a tu dragón, de Dean DeBlois y Chris Sanders


Si la primera parte de Wall-e supone la cumbre cinematográfica de la animación (huelga añadir precisión o matiz alguno a esta afirmación), la película que nos ocupa establece el inicio del declive del género, marcando una nítida dirección hacia las convenciones narrativas más deplorables del cine de ficción contemporáneo. En la superficie brilla una historia entretenida, de impecable acabado técnico, con un par de momentos resplandecientes como el cierre de la historia con la "lesión especular" del niño protagonista a la del dragoncito, pero que contiene, tras su lustrosa fachada, vicios y torpezas ya advertidos en los productos comerciales que abarrotan nuestras salas. La sombra de Pixar es alargada, y aquí, Dreamworks, apenas acierta a cobijarse bajo ella en un plano descaradamente plagiado a Wall-e, y se acomoda en convenciones cinematográficas que ha tomado prestado de otras películas, despreciando "pequeños" detalles como la coherencia interna, el argumento, la capacidad metafórica y la construcción de personajes. Eso sí, el dragón de la especie "furia nocturna", es una preciosidad.

viernes, 16 de abril de 2010

El escritor, de Roman Polanski


No me interesa especialmente el thriller. Lo considero un género acaso atrapado en sus propias convenciones; uno sabe que el misterio terminará por resolverse, y si el desarrollo de la historia no es, como en este caso, particularmente original o extraño (de nuevo en el sentido poético), la narración se toma algunas licencias -trampas- y la planificación y otros elementos se parecen demasiado a algo que ya le hemos visto a Hitchcock, para cuando llegamos al final nos importa poco -o nada-. Si además Polanski basa el grueso de la "investigación" en ese "recurso para guionistas inútiles y vagos" en que se ha convertido el todopoderoso -y omnisciente- dios de Google, no sólo nos aburrimos sino que además nos enfadamos.

los estrenos de la semana

Alicia en el país de las maravillas
Desde París con amor
La nana
Nadie sabe nada de gatos persas
Recién graduada

Lo curioso de esta semana no es la serie de fotografías de Cédric Delsaux, sino la estratosférica excusa que nos han puesto en la cada vez más kafkiana Radio Guadaíra. Quiero decir que, de momento, se suspende el programa de Cineclub.

viernes, 9 de abril de 2010

los estrenos de la semana

Cinco minutos de gloria
Ciudad de vida y muerte
Exposados
La isla interior
Sólo ellos

La curiosidad de hoy nos lleva a comprobar cómo somos a los ojos de un visitante a través de este embellecido cortometraje. En este caso, el resultado es una España de carnaval, de viejos y de indios... nada nuevo.

jueves, 8 de abril de 2010

Tensión sexual no resuelta, de Miguel Ángel Lamata


Publicar las (innumerables) miserias de esta película conlleva, en compensación, una reacción compasiva que nos llevaría a ponderar erróneamente sus (escasas) bondades. Dejando aparte el apetitoso ejercicio de hincarle el colmillo a director, guionista, actores y hasta al sonidista, haré una breve y superficial reflexión sobre la paupérrima calidad del cine español de comedia. Incapaz incluso de alcanzar los niveles de las gamberradas que nos endosan los estadounidenses sobre supersalidos o juerguistas universitarios -obras maestras en comparación-, este cine español tiene un grave problema; su dependencia de la televisión. Tensión sexual no resuelta es un ejemplo nítido: de hecho, el título se refiere a un recurso de guión de comedia televisiva. Resolver la narración de una película sin ampliar el encuadre más allá del plano medio, ahogar el ritmo de las escenas al modo generoso y nada escrupuloso del montaje televisivo, dar licencia a los actores para "menearse" ante la cámara por incomparecencia -o, en este caso, además, por incompetencia- de un director digno de tal nombre (hay aquí más bien un realizador) o empotrar la presencia de figurines de la pequeña (e ínfima) pantalla son rasgos que se repiten en nuestras comedias una y otra vez, convirtiendo al cine español en un páramo de ideas muertas e imágenes putrefactas.