lunes, 2 de agosto de 2010

Madres e hijas, de Rodrigo García


La narración es, entre otras cosas, la organización del tiempo, y el cine tiene recursos varios para ello. El narrador elige dónde empieza la historia y dónde termina, y sabe o debería saber cómo llegar de A a B sin pasar por los puntos intermedios echando mano de elipsis, cortes o simpáticos encadenados. Esta tediosa película, además de degradar los personajes masculinos a clichés, se empeña en contarnos no sólo el cogollo de una historia sino además aquello que es superfluo y que un narrador comprometido con su oficio/arte sabría eliminar si no le preocupase mucho más la (vana)gloria de erigirse en abanderado de no se sabe qué patética e hilarante causa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario