martes, 9 de noviembre de 2010

Sevilla Festival de Cine Europeo


Campo negro, de Vardis Marinakis, versa sobre un hermafrodita enclaustrado en un convento al que la llegada de un jenízaro dispara sus ya de por sí revolucionadas hormonas. Contada con un estilo del que Tarkovski se sentiría orgulloso, contiene algún plano precioso y poco más, pero al menos se destaca con una historia original y por momentos intensa.


Nada de original tiene la muy convencional y cómplice En un mundo mejor, de Susanne Bier, que con maneras lejanas al Dogma y cercanas, por no decir vendidas, al más puro estilo Hollywood nos cuela una sentimental historia sobre niñatos cabreados y padres descolocados, con el cebo "humanitario" del sufrimiento africano. Para un sábado por la tarde en Telecinco.


Porque el domingo se puede uno amodorrar con Los diarios de Poll, de Chris Kraus, uno de esos innumerables tochos históricos, impecablemente facturados, inmaculadamente sosos, que siempre terminan despreciando lo poco interesante que les alumbra, en este caso, un histriónico profesor alemán en las vísperas de la Primera Guerra Mundial y su sensible hija, que dará refugio a un anarquista estonio.


Tender son-The Frankenstein project, de Kornél Mundruczó. Versión particular, curiosa, algo truculenta y finalmente tediosa de Frankenstein que ha estado a punto de llenarme de un entusiasmo que, por desgracia, ha sido precipitado. Y es que, de sopetón, llega una poderosa y monumental escena que podríamos denominar como la "de la lavadora", cuyo esplendor narrativo puede sentar precedente en el manoseado género de terror. Hay a continuación una escena, "la de los melocotones", que respira el mismo aliento, alto y fuerte, pero el material narrativo se agota en seguida y una planificación de huecos e interminables planos sobrecargan la estructura de forma que se hunde irremediablemente, aniquilando una película que podría haber sido enorme.
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Y hablando de cine de género, el festival vuelve a jugárnosla con una memez despreciable. Two eyes staring, de Elbert van Strien, recurre al dolby surround para conseguir los sustos que un guión de Carrefour no es capaz de generar con ingenio. Si esta película fuese española, dudo mucho que hubiera el más mínimo interés en verla.


Y para cerrar una larguísima jornada, Burro, de Antonio Nuic, la clásica historia de reunión familiar para saldar cuentas pendientes, esta vez con la guerra de los Balcanes por medio. Como en el cine español, en el que siempre salen los mismos actores, aquí tenemos al taxista de La mujer con la nariz rota. Y eso es todo.

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