viernes, 31 de diciembre de 2010

Tron legacy, de Joseph Kosinski


De repente aparece un cochinillo asado. El protagonista se lleva a la boca unas verduras. Y yo me pregunto, cual Sheldon Cooper estupefacto, ¿qué clase de universo es este en el que hay huertos y granjas de cerdos? Aparte de la actualización estética a los gustos vigentes, nada interesante se puede aprovechar del legado de Tron, legado que, irónicamente, es despreciado y pisoteado. Incluso el director, diez años después de Matrix, es incapaz de ejecutar una planificación ajena a la saga de los Wachowski. Se reincide aquí en el mismo monstruoso defecto de otra actualización fallida como ese engañabobos que fue la supuesta trilogía precedente a la La guerra de las galaxias, es decir, en el relato retrospectivo en el que se nos pone al día, vía oral, de cómo es el mundo de Tron y por qué suceden las cosas que suceden, además de sumergirnos en una incomprensible y superflua trama ciberpolítica. Salta a la vista además el andamio de efectos (visuales y narrativos), las incoherencias e inverosimilitudes que se procura el guionista, camuflados bajo un despliegue digital que, en el fondo y en la forma, no deja de ser un bonito paquete hueco de esos que nos echan cada semana.

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