martes, 26 de abril de 2011

Sin límites, de Neil Burger


Partiendo de una idea interesante y novedosa -si fingimos desconocer el relato de Daniel Keyes, Flores para Algernon o la película subsiguiente, Charly-, la historia pronto se desperdicia en un tedioso embrollo cuyo desarrollo, a veces inverosímil y otras tramposo, se deja llevar por la corriente convencional y cómoda, para el perezoso guionista, del cine de género de suspense. Hay que añadir el pedante esfuerzo del director por incluir chispeantes efectos visuales que, como ocurre con los zoom y florituras propias de la época en la película de Ralph Nelson (1968), nacen ya ancianos y proclives a la obsolescencia. Un doblaje que apesta a perros muertos contribuye a la tortura.

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