miércoles, 8 de junio de 2011

Lola, de Brillante Mendoza


Ausente cualquier valor cinematográfico; el señor Mendoza podría leer algo sobre la elipsis, o al menos aprender los rudimentos del montaje, el único interés hacia una película filipina se centra en cuestiones lingüísticas como la persistencia de palabras españolas en el idioma tagalo -de hecho la palabra Lola significa abuela- y en los apellidos y nombres de estos individuos (el inefable y desternillante Ketchup Eusebio) y otros detalles de mera dimensión folclórica, en fin, un quilombo surrealista.

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