Anodino entretenimiento que reincide en el universo estético y narrativo de Jeunet, es decir, cierto descuido, cierto atropellamiento y cierta vocación por la bondad ingenua. Aquí retoma la esencia de
El rey pescador para elaborar un cuento tontorrón. Confieso que la escena del aeropuerto me hizo gracia, y el personaje del negro es simpático... en la versión original, claro, no quiero pensar el montón de estiércol que los dobladores le han echado encima.
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