Segundo largometraje francés en dos días. No sería descabellado tomarse unas merecidas vacaciones. Menos ofensiva para el olfato que la anterior, esta peliculita tediosa y petulante -la música de Tindersticks o un montaje desestructurado no la hacen ni mejor ni más moderna- nos traslada a un continente de documental de la BBC en el que los blancos estamos más perdidos que los guionistas de ídem (valga el chascarrillo); para muestra la indefinición hilarante del título asignado por la distribución española. El convencional cilicio de la mediocre y pusilánime intelectualidad europea sisea en el ridículo subtexto. Que Europa acabará derruida y destazada con mejores o peores maneras ya lo sabemos, pero a los gabachos además les gusta castigarse con increíble afán por sus culpas colonialistas, un argumento, por otra parte, inédito en el cine español, desgraciadamente.
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