miércoles, 31 de agosto de 2011

El anfitrión perfecto, de Nick Tomnay


Cuando la narración, ya sea de manera explícita o implícita, no sabe contestar a la pregunta ¿por qué el personaje A sabe exactamente que el personaje B hará lo que el personaje A espera? estamos ante un guión tramposo. La tendencia acrobática de esta historieta, amplificación de un cortometraje de hace nueve años, a retorcer cada vez más el hilo sólo es sostenible si el guionista se vale de trampas, vericuetos ilegales e indecentes casualidades.

martes, 30 de agosto de 2011

Superhermano, de Birger Larsen


Hay una diferencia evidente entre la precisión de manufactura del cine estadounidense y la anárquica artesanía del cine europeo convencional o comercial, y no es sólo la cantidad de dinero. Los factores de producción de una película ajenos a las diferencias de presupuesto están en el guión y en el montaje, básicamente, donde se establece el tono, la verosimilitud, la construcción de los personajes o la coherencia interna. Dejados de la mano de Dios estos elementos, no extraña que la puesta en escena y el tempo, el ritmo de la narración, resulten un artefacto amorfo, estrambótico a veces y con malolientes protuberancias como esta tontería danesa que desperdicia una idea simpática.

domingo, 28 de agosto de 2011


Me parecía adecuado hacer mención de esta película pues, siendo francesa, no obstante me ha gustado. La princesa de Montpensier, de Bertrand Tavernier, no deja de ser un intenso melodrama ambientado en plena guerra entre hugonotes y católicos, con un triángulo amoroso, duelos a espada y alguna batalla. De estructura correcta e interpretaciones impecables -se agradece la sobriedad de los actores-, uno aprende además algo de historia.

sábado, 27 de agosto de 2011

En perspectiva


Así, y con la poderosa música del Dido y Eneas de Purcell, comienza Antes del amanecer, escrita por Kim Krizan y Richard Linklater.
Una cuestión de cronología cósmica me ha impulsado a hablar precisamente hoy de esta película, la primera que vi en un cine. En realidad no es la primera, me acuerdo de haber visto algún Superman en el desaparecido Cervantes y hasta salirme de Ben Hur... la edad (y las hormonas), pero sí es la primera película que vi con eso que ya no se estila: uso de razón.
Cuando me puse a verla anoche, después de cuatro o cinco años sin revisarla, temí caer en la decepción o el aburrimiento. Nada más lejos de la realidad. La belleza del guión, liberado de convenciones, aflora en cada escena con un brillo y una potencia que muy pocas películas tienen y mantienen.


Una pareja discute en el tren. Celine, a la sazón Julie Delpy, incómoda ante la situación, decide cambiarse de sitio y se encuentra con Jesse, encarnado por Ethan Hawke, el actor que más babeos provoca entre los redactores de esta modesta gaceta cinematográfica. El libro que ella lee es de Georges Bataille; Madame Eduarda, La muerte e Historia del ojo.


El libro que él lee es Todo lo que necesitas es amor, autobiografía de Klaus Kinski. Hay que establecer una diferencia entre los dos personajes. Personalmente prefiero a Jesse; es el que cuenta las mejores historias en tanto que Celine es más convencional, más dogmática, incluso demagógica, como cuando hace referencia a la guerra "a 300 kilómetros de aquí". Jesse en cambio hace chistes, pone en duda todo lo que ocurre y se inventa tonterías como el documental de las 24 horas, mientras ella no deja de decir que odia esto y aquello.


Si por mí fuera pondría la película entera. Plano a plano sería tedioso y una imagen representativa de cada escena excesivo. Destaco esta porque es cuando Jesse le cuenta a Celine que vio el fantasma de su abuela.
Jesse, en una escena memorable y con argumentos irrevocables, convence a Celine de acompañarle en una visita azarosa a Viena. Se bajan del tren y ya en la ciudad se encuentran a dos simpáticos actores aficionados que les invitan a ver su obra de teatro: Traedme los cuernos de la vaca de Wilmington. Me sorprende la cantidad de material respectivo a la película que se puede encontrar en el río cibernético.


Memorable es también esta escena, en una tienda de discos de vinilo.


Siempre me ha parecido un prodigio de expresión la cara de Hawke cuando está "tramando" besar a Delpy en una de las cabinas de la noria del Prater. Esa cara de adolescente pánfilo, algo travieso y hasta lujurioso pero lleno de inseguridad es un verdadero poema. Ah, los hombres, mira que somos idiotas.


La historia de la boda cuáquera, sea o no cierta, es tan hermosa como significativa. Y el chiste del mendigo es un detalle brillante.


Esta escena es la que me empujó a ir al cine. La pusieron en un reportaje del programa de cine de la época, creo que con Gasset como presentador, e inmediatamente llamó mi atención. Así se escribe un guión, ¡rediós!


Si la escena en la iglesia puede considerarse un punto de inflexión -por definirlo de alguna forma-, cuando ella, después de la historia de la boda cuáquera aparta la mirada de los ojos de Jesse, las manos unidas en la cubierta del barco fluvial marca otro giro -si se me permite la exageración-, cuando son conscientes de que, al amanecer, les espera la muerte (figurada, claro).


La muerte empapa cada palabra del guión. En realidad creo que es el verdadero argumento de la película. De hecho, uno de los primeros sitios que visitan es el cementerio de los "sin nombre", gente que "aparecía flotando en el río, por un accidente o por suicidio". No dejan de hablar de ella, especialmente cuando lo que dicen y lo que hacen, la "fantasía" que están viviendo, parece en apariencia un canto al carpe diem, lo que no deja de ser una preciosa ironía. La imagen pertenece a una escena casi al final de la aventura, en un parque vienés.


Antes de la despedida Jesse toma una foto de Celine.


Y recuerda unos versos de Auden cuyo tema principal es la fugacidad del tiempo.


La despedida. Linklater hace una cosa curiosa. Al final muestra los sitios en los que han estado los protagonistas, pero ahora a la luz del día, limpios de las sombras difusas de los sueños. Me parece un detalle narrativo muy conveniente al sentido de la historia. Como decía el poeta: Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando; y se quedará mi huerto, con su verde árbol, y con su pozo blanco. JRJ.












Celine se acomoda, sonríe y cierra los ojos.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Apenas monográficos casi monotemáticos


Hace una barbaridad de años pusieron en la tele Adiós a Matiora, de Elem Klimov. Recuperarla ahora supone una agradable sorpresa. Narra la evacuación de una isla por la construcción de una presa en alguna parte de Rusia, quizá cercana a Finlandia. Lejos de convencionalismos en la estructura del guión y afecta a esa austeridad eslava en la puesta en escena no resulta ser una obra maestra, pero contiene valores cinematográficos y un sentido metafórico dignos de mención, sin menospreciar el esfuerzo de producción que debió suponer el rodaje de tal película. La imagen del árbol en llamas es hoy en día una auténtica irreverencia, y la parte final de la cinta, donde aflora el hondo sentido de la historia y que incluye una poderosa secuencia en la que una estoica abuela destina sus últimas fuerzas a limpiar y embellecer la casa que ha habitado durante toda su vida justo antes de la inundación, causa gran impresión y, por qué no, cierta inquietud anímica.


Potop (El diluvio), de Jerzy Hoffman, es una de esas superproducciones polacas con las que de vez en cuando se tropieza uno. De dimensiones mastodónticas, cerca de cinco horas de metraje, se ambienta en la invasión sueca, allá por el siglo XVII, de Polonia y Lituania, unidas entonces en un país que ocupaba la Polonia actual, excepto, por supuesto, Silesia y Pomerania, Letonia, el sur de Estonia, Bielorrusia, un trocito de Rusia y gran parte de Ucrania. Protagonizada por el enérgico oficial Andrzej Kmicic, se trata de una pieza convencional de género histórico con una incontenible presentación de personajes y que poco a poco se transforma en una, en general, entretenida, sobre todo curiosa, historia de batallas y conspiraciones por el trono polaco.


Cierra este recopilatorio ruso-polaco una producción mucho más reciente; Kray, de Aleksei Uchitel. Inmediatamente después de la guerra un maquinista llega a un campo de prisioneros rusos que, por una razón u otra, han caído en desgracia para el camarada Stalin. Poco ha destacarse, ni a favor ni en contra, de las cualidades cinematográficas de la pieza, acaso la parte de la recuperación de una locomotora perdida en las profundidades de la taiga y, especialmente, la escena del baño de las mujeres llamen la atención. Personajes "muy rusos" y un final algo feble completan esta curiosidad exótica.

domingo, 21 de agosto de 2011

Super 8, de J. J. Abrams


Variación confesa y evidente de ET desde el argumento al tono, de la ambientación a los personajes, pasando por el calco de algún que otro plano e incluso escena. Haciendo la vista gorda sobre la inverosimilitud de la escena del descarrilamiento, entre otras, y los momentos de sobrecarga emocional, así como el "encuentro de civilizaciones" con el bicho que se salda con la lacrimógena e hilarante puesta en libertad del niño y su niña, poco queda de nutritivo de esta lujosa hamburguesa salvo los primeros minutos. Al menos el cortometraje incluido en los créditos finales hace gracia y hasta supera en ingenio al film todo.

sábado, 20 de agosto de 2011

La mirada invisible, de Diego Lerman

Queda explícita la intención metafórica de la película en las imágenes documentales de Leopoldo Galtieri intercréditos finales, lo que no excusa a Lerman del tedioso desarrollo narrativo, por momentos de gruesa factura cinematográfica y burda puesta en escena, para resultar finalmente inverosímil.

jueves, 18 de agosto de 2011

Linterna verde, de Martin Campbell

Debe circular por ahí una plantilla de guión para el género de superhéroes: presentación del muchacho, origen de los poderes que asume el muchacho, establecimiento del conflicto y resolución del mismo, con un epílogo en el que se insinúa la continuación de la historia en sucesivas películas. En este caso, aparte del error de reparto que me parece el lacio del Reynolds, hay un grueso problema con la verosimilitud, resumida en la chufla que supone la "batalla" con el malo del cuento. En fin, un despropósito.

martes, 16 de agosto de 2011

La boda de mi mejor amiga, de Paul Feig

No es casual que la estructura de la película tenga ese aspecto de rosario de números cómicos, algunos de ellos susceptibles de recibir un severo tratamiento en el Avid (mencionar la moviola me parece un anacronismo de mal gusto), pues las dos guionistas, a la sazón la protagonista y la mujer histérica del avión, proceden de prestigiosos espectáculos televisivos. Así, cuando los diálogos son ingeniosos, especialmente en los primeros minutos y como presentación de los personajes, la historia es llevadera y divertida, pero pronto el guión se ampara en la comodidad de los cauces convencionales del género, resultando una comedia más o menos entretenida pero tópica.

lunes, 15 de agosto de 2011

Apenas monográficos casi monotemáticos

Inauguro título para esta sección de irregular frecuencia en la que se habla de películas con aspectos comunes entre sí. Hoy, por ejemplo, hago un repaso apenas riguroso, casi superficial y ciertamente generacional del cine con adolescentes.


En una de esas madrugadas de los remotos tiempos de la segunda cadena de la Televisión Española en las que se emitían películas en versión original trasnoché para ver Metropolitan, de Whit Stillman. Un montón de años después el "almacén" cibernético me ha permitido revisar la cinta. Metropolitan es un retrato de la muchachada de clase alta neoyorquina a través de un grupo de amigos con un estilo y tono próximos al de Woody Allen, y que resulta en una agradable y tibia historia sin mayor brillo.


Acaso se podría afirmar que la película de adolescentes por antonomasia, al menos en los años ochenta, es El club de los cinco, de John Hughes, psicodélica traducción del original "Club del desayuno". Personajes esterotípicos para una historieta de catarsis emocional que no tiene precio como documento generacional.


Hasta ahora no había visto Risky business, de Paul Brickman. Aparte de la famosa escena de Cruise en calzoncillos y el ramalazo erótico propio de la época, con una De Mornay sobrevalorada, poco se puede resaltar de esta historia de gangsters y chulos que conforme avanza se va haciendo más torpe y cruda, en términos cinematográficos.


La más interesante de todas las que se glosan en este artículo me parece sin duda Todo en un día, de John Hughes, acaso porque el tono descarado y enérgico del guión atrapa, en palabras de Nirvana, el olor del espíritu adolescente. Es precisamente la resuelta composición de Matthew Broderick del personaje central, Ferris Bueller, la que nos embauca y domina una historia sin embargo imperfecta, dispersa en tramas secundarias que convienen al tono cómico pero no al acabado estructural que, por hoy, no vamos a reprobar.


Una rareza en este contexto es Amanecer rojo, de John Milius. En plena pugna entre bloques políticos y bajo la amenaza de la guerra nuclear, Milius plantea la invasión de los Estados Unidos por parte de Rusia con tropas cubanas, ahí es nada. Ante esta tesitura, un grupo de adolescentes, liderados por Patrick Swayze, se echa al monte para formar una guerilla resistente. Interesante al principio, se convierte en una convencional película de guerra con moraleja.

A modo de charnela entre aquellos y estos tiempos incluyo Freaks and geeks, una serie de televisión de la factoría Apatow, artífice de alguna que otra pieza sustantiva del género de adolescentes contemporáneo. Tibia pero simpática, en su reparto podemos reconocer alguna que otra cara familiar del ámbito televisivo, como mayor curiosidad.

domingo, 14 de agosto de 2011

13 asesinos, de Takashi Miike

Truculenta al principio, tediosa después durante la presentación de personajes y relación del conflicto, la película se pone en marcha cuando los 13 asesinos del título también lo hacen, para dedicar la segunda parte de la cinta a una enorme batalla. Aquí nos olvidamos del cine y entramos en el fascinante mundo del diseño de sonido, que convierte en aceptable lo que sin "onomatopeyas" serían ridículas e inverosímiles coreografías bélicas. Más allá del artificio y el truco queda no obstante la loa, homenaje y, por qué no, cuestión al código moral del samurái.


sábado, 13 de agosto de 2011

El origen del planeta de los simios, de Rupert Wyatt

Los problemas de verosimilitud, especialmente aquellos que se refieren a la expresión de los chimpancés "de pura cepa", se dejan pasar por alto con algo de pereza porque al fin y al cabo la película es más o menos entretenida. Así, con algún altibajo de por medio, llegamos al clímax sin duda, un momento con el que los guionistas se lo han debido pasar bomba escribiéndolo, y en el que no sólo conectan esta precuela con la versión clásica de El planeta de los simios sino que dan un giro a la historia, por no decir que te hacen saltar del asiento, tal es el golpe de efecto -y el mérito de los guionistas de aquella-. A continuación la cosa se desmadra y vuelve a dar pereza ensañarse con cuestiones de coherencia interna y verosmilitud, así como, por decirlo de alguna manera, el rácor con la película clásica, pero para entonces el simio parlante ya está trepando a la secuoya y el desastre está desencadenado -como en Doce monos, ejem, debe ser cuestión de afinidad bestial-.

jueves, 11 de agosto de 2011

Cine de papel

Con tan pretencioso título inauguro una sección sobre adaptaciones literarias. Y para empezar qué mejor que contradecir el espíritu de la idea con dos adaptaciones televisivas.


En algún momento de este verano he empezado a releer esta novela, primera de la saga llamada "El mundo del río". A vuestros cuerpos dispersos, a la que siguen El fabuloso barco fluvial, El oscuro designio y El laberinto mágico, más otras novelas y cuentos adyacentes, desarrolla la idea de un planeta en el que "resucita" la humanidad al completo. El protagonista es Richard Burton, explorador inglés, al que se le suman otros personajes históricos y ficticios.
Siguiendo el utópico propósito de convertir en guión cinematográfico tan potente propuesta me he encontrado con que alguien se había adelantado, en dos ocasiones.


La primera adaptación es Riverworld, de 2003, una producción canadiense con aspecto de capítulo piloto que plantea la historia con fidelidad a los primeros libros pero que, por lo visto, no tuvo ningún recorrido y se quedo a medio hacer. No obstante, a pesar de su modesto presupuesto, es un simpático entretenimiento.


Con cabezonería canadiense se volvió a intentar en el 2009, y para qué cambiar el título: Riverworld. En este caso los guionistas hicieron un trabajo de decantación que dejó en puro esqueleto la historia de Farmer para añadir una incomprensible y molesta trama que anula cualquiera de las fantásticas posibilidades que la idea original contiene. El resultado es un tedioso thriller de tres horas sin pies ni cabeza.
A modo de confesión personal señalaré que A vuestros cuerpos dispersos, junto a Ubik, El hombre en el castillo (y una docena más de historias de Philip K. Dick), Hamlet, El sortilegio de Malasombra, Pórtico y Crónicas marcianas pertenecen a esa pila de material literario que merecen una adaptación cinematográfica.
Sea, ¿qué obras propone usted, distinguido lector?

miércoles, 10 de agosto de 2011

El caso Farewell, de Christian Carion

Ambiciosa incursión en el género de espías, con cameos simpáticos pero insignificantes, en una película de factura impecable pero anodina y cuyo único interés recae en la reconstrucción de algunos hechos históricos.

martes, 9 de agosto de 2011

La víctima perfecta, de Antti Jokinen

Entre el gesto de asco de la Swank, la escenita ridícula en la que se aplica crema ¡con la camiseta puesta!, que nos cuentan la película dos veces, lo difícil que es matar al barbitas -el malo de la historia- y las trampas del guión nos quedamos con una tontería que no da para más que un cortometraje y gracias.

lunes, 8 de agosto de 2011

Cara B

Xavier Dolan (a la izquierda en la imagen) dirige, escribe, produce, monta, se encarga del vestuario y el decorado y hasta prepara los bocadillos del catering de esta película titulada Los amores imaginarios. Es esta una pieza inspirada -como mínimo- en la Nouvelle vague, variación acaso de Jules et Jim o incluso Banda aparte, aderezada con una simpática banda sonora y confeccionada con divertidas composiciones visuales, una puesta en escena de la que el propio Godard estaría orgulloso, un vestuario "divino" y hasta una réplica verosímil de Anna Karina en la protagonista femenina, Monia Chokri. Historia de amor, celos y amistad quebecois sin mayor trascendencia cinematográfica y con dos o tres momentos fotográficos agradables.

domingo, 7 de agosto de 2011

Capitán América, de Joe Johnston


Mecachis, es ahora cuando me he dado cuenta de por qué, a pesar de tener la maquinaria de guerra más chula y sospechosamente futurista, perdieron la guerra los alemanes: no practicaban su puntería. En su afán de convertir todo tebeo viviente en película, la industria estadounidense nos endosa esta hamburguesa hilarante, ridícula por momentos, demente y pueril. Si acaso el principio tiene algo de interés, todo empieza a oler a pollo frito cuando el guión se convierte en "misión" o esquema de videojuego. He aquí una idea, ¿para cuándo un superhombre (nunca mejor dicho) del lado Nacionalsocialista?

sábado, 6 de agosto de 2011

Amigos, de Marcos Cabotá y Borja Manso


Comedia convencional hasta la náusea que se nutre de los despojos temáticos y las referencias más rancias de la televisión y, cuando quiere hacer ficción, deja la verosimilitud en pura utopía.