Truculenta al principio, tediosa después durante la presentación de personajes y relación del conflicto, la película se pone en marcha cuando los 13 asesinos del título también lo hacen, para dedicar la segunda parte de la cinta a una enorme batalla. Aquí nos olvidamos del cine y entramos en el fascinante mundo del diseño de sonido, que convierte en aceptable lo que sin "onomatopeyas" serían ridículas e inverosímiles coreografías bélicas. Más allá del artificio y el truco queda no obstante la loa, homenaje y, por qué no, cuestión al código moral del samurái.
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