miércoles, 24 de agosto de 2011

Apenas monográficos casi monotemáticos


Hace una barbaridad de años pusieron en la tele Adiós a Matiora, de Elem Klimov. Recuperarla ahora supone una agradable sorpresa. Narra la evacuación de una isla por la construcción de una presa en alguna parte de Rusia, quizá cercana a Finlandia. Lejos de convencionalismos en la estructura del guión y afecta a esa austeridad eslava en la puesta en escena no resulta ser una obra maestra, pero contiene valores cinematográficos y un sentido metafórico dignos de mención, sin menospreciar el esfuerzo de producción que debió suponer el rodaje de tal película. La imagen del árbol en llamas es hoy en día una auténtica irreverencia, y la parte final de la cinta, donde aflora el hondo sentido de la historia y que incluye una poderosa secuencia en la que una estoica abuela destina sus últimas fuerzas a limpiar y embellecer la casa que ha habitado durante toda su vida justo antes de la inundación, causa gran impresión y, por qué no, cierta inquietud anímica.


Potop (El diluvio), de Jerzy Hoffman, es una de esas superproducciones polacas con las que de vez en cuando se tropieza uno. De dimensiones mastodónticas, cerca de cinco horas de metraje, se ambienta en la invasión sueca, allá por el siglo XVII, de Polonia y Lituania, unidas entonces en un país que ocupaba la Polonia actual, excepto, por supuesto, Silesia y Pomerania, Letonia, el sur de Estonia, Bielorrusia, un trocito de Rusia y gran parte de Ucrania. Protagonizada por el enérgico oficial Andrzej Kmicic, se trata de una pieza convencional de género histórico con una incontenible presentación de personajes y que poco a poco se transforma en una, en general, entretenida, sobre todo curiosa, historia de batallas y conspiraciones por el trono polaco.


Cierra este recopilatorio ruso-polaco una producción mucho más reciente; Kray, de Aleksei Uchitel. Inmediatamente después de la guerra un maquinista llega a un campo de prisioneros rusos que, por una razón u otra, han caído en desgracia para el camarada Stalin. Poco ha destacarse, ni a favor ni en contra, de las cualidades cinematográficas de la pieza, acaso la parte de la recuperación de una locomotora perdida en las profundidades de la taiga y, especialmente, la escena del baño de las mujeres llamen la atención. Personajes "muy rusos" y un final algo feble completan esta curiosidad exótica.

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