sábado, 27 de agosto de 2011

En perspectiva


Así, y con la poderosa música del Dido y Eneas de Purcell, comienza Antes del amanecer, escrita por Kim Krizan y Richard Linklater.
Una cuestión de cronología cósmica me ha impulsado a hablar precisamente hoy de esta película, la primera que vi en un cine. En realidad no es la primera, me acuerdo de haber visto algún Superman en el desaparecido Cervantes y hasta salirme de Ben Hur... la edad (y las hormonas), pero sí es la primera película que vi con eso que ya no se estila: uso de razón.
Cuando me puse a verla anoche, después de cuatro o cinco años sin revisarla, temí caer en la decepción o el aburrimiento. Nada más lejos de la realidad. La belleza del guión, liberado de convenciones, aflora en cada escena con un brillo y una potencia que muy pocas películas tienen y mantienen.


Una pareja discute en el tren. Celine, a la sazón Julie Delpy, incómoda ante la situación, decide cambiarse de sitio y se encuentra con Jesse, encarnado por Ethan Hawke, el actor que más babeos provoca entre los redactores de esta modesta gaceta cinematográfica. El libro que ella lee es de Georges Bataille; Madame Eduarda, La muerte e Historia del ojo.


El libro que él lee es Todo lo que necesitas es amor, autobiografía de Klaus Kinski. Hay que establecer una diferencia entre los dos personajes. Personalmente prefiero a Jesse; es el que cuenta las mejores historias en tanto que Celine es más convencional, más dogmática, incluso demagógica, como cuando hace referencia a la guerra "a 300 kilómetros de aquí". Jesse en cambio hace chistes, pone en duda todo lo que ocurre y se inventa tonterías como el documental de las 24 horas, mientras ella no deja de decir que odia esto y aquello.


Si por mí fuera pondría la película entera. Plano a plano sería tedioso y una imagen representativa de cada escena excesivo. Destaco esta porque es cuando Jesse le cuenta a Celine que vio el fantasma de su abuela.
Jesse, en una escena memorable y con argumentos irrevocables, convence a Celine de acompañarle en una visita azarosa a Viena. Se bajan del tren y ya en la ciudad se encuentran a dos simpáticos actores aficionados que les invitan a ver su obra de teatro: Traedme los cuernos de la vaca de Wilmington. Me sorprende la cantidad de material respectivo a la película que se puede encontrar en el río cibernético.


Memorable es también esta escena, en una tienda de discos de vinilo.


Siempre me ha parecido un prodigio de expresión la cara de Hawke cuando está "tramando" besar a Delpy en una de las cabinas de la noria del Prater. Esa cara de adolescente pánfilo, algo travieso y hasta lujurioso pero lleno de inseguridad es un verdadero poema. Ah, los hombres, mira que somos idiotas.


La historia de la boda cuáquera, sea o no cierta, es tan hermosa como significativa. Y el chiste del mendigo es un detalle brillante.


Esta escena es la que me empujó a ir al cine. La pusieron en un reportaje del programa de cine de la época, creo que con Gasset como presentador, e inmediatamente llamó mi atención. Así se escribe un guión, ¡rediós!


Si la escena en la iglesia puede considerarse un punto de inflexión -por definirlo de alguna forma-, cuando ella, después de la historia de la boda cuáquera aparta la mirada de los ojos de Jesse, las manos unidas en la cubierta del barco fluvial marca otro giro -si se me permite la exageración-, cuando son conscientes de que, al amanecer, les espera la muerte (figurada, claro).


La muerte empapa cada palabra del guión. En realidad creo que es el verdadero argumento de la película. De hecho, uno de los primeros sitios que visitan es el cementerio de los "sin nombre", gente que "aparecía flotando en el río, por un accidente o por suicidio". No dejan de hablar de ella, especialmente cuando lo que dicen y lo que hacen, la "fantasía" que están viviendo, parece en apariencia un canto al carpe diem, lo que no deja de ser una preciosa ironía. La imagen pertenece a una escena casi al final de la aventura, en un parque vienés.


Antes de la despedida Jesse toma una foto de Celine.


Y recuerda unos versos de Auden cuyo tema principal es la fugacidad del tiempo.


La despedida. Linklater hace una cosa curiosa. Al final muestra los sitios en los que han estado los protagonistas, pero ahora a la luz del día, limpios de las sombras difusas de los sueños. Me parece un detalle narrativo muy conveniente al sentido de la historia. Como decía el poeta: Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando; y se quedará mi huerto, con su verde árbol, y con su pozo blanco. JRJ.












Celine se acomoda, sonríe y cierra los ojos.

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