jueves, 15 de septiembre de 2011

Lo contrario al amor, de Vicente Villanueva


Chapuza insoportable interpretada por cuatro vainas sin respeto por la profesión de actor sobre la que defecan al despreciar la primera de las reglas de un intérprete: vo-ca-li-zar. La labor de Villanueva, evidentemente un rumiante habitual de forraje televisivo, no desentona en el ínfimo cuadro que representa este excremento. Se observa que las cosas suceden porque al guionista le sale de la parte de su cuerpo con la que al parecer ejecuta el pensamiento, y no contento con ello, intercala dos tramas a cada cual más absurda, que ponen de manifiesto la incompetencia narrativa del autor al tratar de estirar lo más posible una historieta que no da ni para un cortometraje. Villanueva desconoce en absoluto la escritura de guión, le importa un bledo el desarrollo de personajes -de ahí la vulgaridad e incapacidad cómica de su estilo- y se suicida en la puesta en escena, obsesionado como está en mostrar los torsos de los tres monigotes protagonistas.

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