domingo, 11 de septiembre de 2011

Noche de miedo, de Craig Gillespie


En tanto que dirigidas a un público con debilidad intelectual -es decir, imbéciles- como es el adolescente, los guionistas de estas películas se preocupan en demasía por explicar qué ocurre y por qué. Sin embargo, esta sobrecarga de información a menudo, por no decir siempre, deviene en material inútil, tiempo muerto o forraje oral y escénico, un auténtico lodazal de convenciones y clichés que conforman una plantilla estructural intercambiable sin capacidad de sorpresa o estímulo.


Así pues, me he visto obligado a repasar la versión original de Noche de miedo, de 1985 y dirigida por Tom Holland, para constatar con sorpresa que si bien es tan aburrida como la nueva versión al menos está mucho mejor narrada -libre de bochornosas explicaciones-, Roddy McDowall cae mejor que el pegote de Farrell, cuya composición del personaje del vampiro, un auténtico vaina, escupe sobre la divertidamente descarada interpretación de Chris Sarandon y sus referencias hilarantes a Bela Lugosi, y, sobre todo, se ciñe al tono del género añadiendo un poco de humor y homenaje al cine clásico de terror.

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