jueves, 1 de diciembre de 2011

El gato desaparece, de Carlos Sorín


De indecente, o como mínimo vergonzosa, podríamos calificar esta tediosa pieza que, una vez más, registra la más insustancial de las cotidianeidades y exuda con impudicia ausencia mortal de ideas narrativas o argumentales, para rematar con una, no ya inverosímil, sino hilarante e ininteligible escena que no hace sino señalar la poca vergüenza de un "auteur" ínfimo.

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