Más allá de los retratos del personaje y la persona aludidas en el título, acertado o no, queda una película de estimulante inicio, aquello que tiene que ver con la producción cinematográfica, pero que poco a poco se va diluyendo en las convenciones de la comedia romántica y de la que podríamos rescatar apenas las interpretaciones de Brannagh y una Watson definitivamente limpia de ñoñerías potterianas.
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